Supongo que todos hemos tenido un amor platónico, ese con el que solo hemos fantaseado sin la prisa porque llegue a consumarse, con el conformismo de quien se contenta con solo soñar... El mío se remonta a los días de instituto, él lo tenía todo para gustarle a una adolescente introvertida y rara como yo: vestía siempre de negro, tenía una belleza antigua, su cara era comparable a un cuadro de Caravaggio, piel blanca, pelo negro y rizado, ojos grandes y verdes y un halo misterioso que bien podría ser fruto de la timidez o de pensar que estaba rodeado de auténticos gilipollas con los que no merecía la pena hablar, que era lo que me pasaba a mi la mayor parte del tiempo.
Repitió el último curso y cuando me enteré pasé la noche anterior sin dormir imaginando que se sentaba a mi lado, cosa que nunca sucedió, así que acabamos los cuatro años de instituto sin que yo me atreviera a decirle una palabra y sin que él reparara en mi existencia.
El primer dia de clase en la universidad, hecha un manojo de nervios, allí me lo encontré, estudiando en la misma facultad, y con el mismo aire de perdido que yo. Allí me enteré, siempre por terceros, de que también pintaba, como yo, y tampoco le gustaban las clases en la universidad, por lo que los dos lo dejamos un tiempo después.
Han pasado los años, y he seguido cruzándome con él en los sitios más insospechados: alguna exposición en el reina Sofia, varias fiestas en el Patio Maravillas, el portal de casa de mis padres...
Hoy, como colofón, recién llegada a este barrio en el que todo es nuevo y nadie parece conocerse, me lo acabo de encontrar con las bolsas de la compra abriendo el portal de al lado.
Este cúmulo de circunstancias me hace pensar en dos posibles lecturas de los hechos: por un lado, que el destino, los dioses, o las energias, quieren reirse a mi costa y me castigan recordándome que quizás estoy condenada a morar por el reino de la solteria por no haberme atrevido nunca a hablar con él o, por el contrario, es una forma de recordarme que a partir de ahora no tengo que tener miedo de mostrar mis sentimientos o más bien miedo de mis propios sentimientos...
Quizás no debería darle más vueltas, al fin y al cabo sólo han sido meras casualidades, ¿no?